
«Regeneracionismo» La palabra de moda a partir de la crisis del 98. El hundimiento de las flotas españolas en Cavite y Santiago despertó abruptamente a la sociedad española de la siesta a la que la Restauración de 1874 dirigida con mano de hierro por Cánovas y Sagasta. El primero ya no estaba y el segundo muy envejecido lidió con el desastre y le arrastró con él. Vientos de cambio azotaron el país, de repente se convirtió en algo urgente el analizar y transformar el país pero ¿por dónde empezar? Joaquín Costa, el acuñador del término, publicaba en 1901 «Oligarquía y caciquismo» poniendo de manifiesto la raíz corrupta y las redes de poder del régimen. Unamuno, Pío Baroja, Azorín, Maeztu, Valle Inclán, Machado y otros analizaron y pusieron España cabeza abajo buscando el origen de las miserias del país. Unos la buscaron en la historia, otros en la sociedad, en la tradición, incluso en el paisaje. La Institución Libre de Enseñanza proponía una revolución educativa basada en la formación del magisterio y no en las leyes educativas. Muchos se acogieron al nombre, se puso de moda, pero el hábito no hace al monje y tras la fachada de proclamarse regeneracionista se escondía el lampedusiano «cambiarlo todo para que nada cambie»
La crisis era profunda, un joven rey de 16 años, Alfonso XIII, fue coronado para acabar con la interinidad del cargo ante la llegada de una nueva generación de políticos que debían sustituir a los viejos gorilas del régimen. E indudablemente algunos intentaron realmente terminar con los quistes que el exitoso proyecto inicial de Cánovas estaba provocando. Maura, Canalejas o Dato fueron presidentes de gobierno y trataron de incorporar cambios. Algunos de ellos importantes y avanzados con respecto a Europa como la legislación sobre las obreras embarazadas. Pasar la brocha gorda sobre el periodo siempre es peligroso y aceptar sin más la visión de la balanza que se inclina hacia nuestro lado o el contrario.
Sin embargo, las cuestiones coyunturales relacionadas fundamentalmente con uno de los grandes defectos del régimen, quizás el peor, dejar fuera de la política a grupos sociales con influencia creciente en la sociedad, golpearon con dureza un edificio que amenazaba ruina. Las criaturas que el régimen había utilizado como sus pilares se negaban a cualquier intento que algunos desde el partido liberal y el conservador quisieron modificar y laminar su poder.
El socialismo, el anarquismo, los nacionalismos, intelectuales, una incipiente clase media se movían buscando su lugar en la España del siglo XX.
Pero el regeneracionismo no era una ideología clara , era una actitud para cambiar lo que se percibía como suprimible o modificable y esa percepción era personal y heterogénea. Algunos miraban al pasado, otros a Europa, otros abogaban por la revolución sin olvidar lo moral. Sin olvidar que un terrible conflicto mundial se produjo en el 14 y que el fascismo nació en aquellas trincheras que recorrieron el continente desde Dunkerque hasta Suiza. Se habló de la necesidad de un cirujano de hierro que operase al enfermo y lo curase de manera radical. Desde una visión regeneracionista se estaba llamando de nuevo al salvador de la patria en la más pura tradición decimonónica y así llegó el general Primo de Rivera que estaba convencido de ser ese cirujano.
Y la vida continuaba en España. la vida de las clases populares poco tenía que ver con con lo que sucedía en las alturas pero sus decisiones cada vez les implicaban más, como en el conflicto del norte de África y el grado de politización aumentaba en un claro principio de contradicción. El reinado del nuevo monarca iba a ser una montaña rusa donde las crisis de todo tipo se sucedieron sin cesar sin que a su conclusión el régimen encontrara manera de evitar la siguiente.