
Hace unos días mantuve con un amigo un diálogo interesante. Me preguntó que si había escrito algo últimamente y le dije que estaba en ello. Durante la conversación surgió una cuestión y era que por qué pudiendo escribir «Historia» me había dado por la «Novela histórica». Más allá de otras cuestiones y por centrar el tema la cosa giró en si la historia real, la llamaremos así, va por un lado y la novela, por serlo, va por otro, es decir una invención y por lo tanto puede tergiversar y llegar a sustituir al hecho por la ficción en el imaginario de la gente.
Como, modestamente, escritor de algunas novelas históricas, aprovecho para recomendarlas, ahí las tenéis en la foto (El nieto de los rojos es un pequeño ensayo sobre la II República Española) las tres publicadas en EDHASA. Pues bien, como decía me atrevo a explicar lo que personalmente creo que es y defender su causa como una manera de conocer y, por qué no, aprender, historia.
Imaginación. Es que en historia hace falta mucha imaginación, salvo la contemporánea muy reciente nadie la ha vivido, de la del siglo XX no vivida tenemos mucho documento gráfico pero de 1826 (fecha de la primera foto hecha por Niepce) ninguno salvo los que legan pintores y escultores. Por lo tanto si uno quiere dedicarse a la historia profesionalmente o le echa imaginación o no hay nada que hacer y eso no significa inventar.
Novela. Una narración en la que se cuenta una historia de ficción. Y ambientada en algún lugar, de hecho si ese lugar también es inventado y se trata de un pasado lejano o así estamos ante «El señor de los anillos», espada y brujería y si es en el futuro «Sueñan los androides con ovejas eléctricas», ciencia ficción. Si no es así la ambientación será reconocida por muchos lectores. Una novela desarrollada en Barcelona, París o cualquier otro lugar. Y quien dice lugar dice formas de vida, cultura o comportamiento. Incluso puedo llegar a aprender muchas cosas de escritores chinos o africanos que entre líneas muestran el escenario en que se mueven sus personajes.
Novela histórica. Alguien que sabe mucho de esto dice que la novel histórica tiene como límite las guerras napoleónicas y, por lo tanto, lo que viene después es otra cosa aunque escribamos una ambientada, por ejemplo, en la guerra de independencia de Grecia allá por 1820. Si uno se pone radical y quiere discutirlo puede ya que cualquier novela es histórica por definición y si no, es que es de ciencia-ficción. Pero ciertamente el lector de novela histórica, y aquí corroboro lo escuchado, se mueve entre la edad Antigua, Roma y Grecia, algo Egipto, la Edad Media y algo de la Moderna.
Centrado el cuando, viene el qué. Cuales son la claves, para mí, que debe respetar una novela histórica. El escenario histórico ha de ser riguroso, no se puede dejar nada a la invención ni a la duda. Hay hechos indestructibles. Si uno va a Florencia en 1250 al levantar la cabeza no puede ver la cúpula de la catedral. Si Franco ganó la guerra, la ganó. Si César murió en los Idus de marzo del 44 a.C. no puede estar vivo un mes después. Porque entonces estamos ante dos cosas, o no se tiene idea y lo que es peor, ganas de investigar, o escribes ciencia-ficción. Por lo tanto, el escenario está dispuesto y cuanto más exacto quieres que sea más se ha de documentar uno. Y si aparecen personajes o hechos de los llamados históricos hay unas condiciones, ya he expuesto los casos de Franco y César. Otra cosa es lo que se les haga decir.
La trama. Aquí aparecen los personajes novelescos, las figuras que se mueven en el paisaje, los que pueden hacer o decir cualquier cosa, que tienen su propia línea argumental o se entrecruzan con un hecho histórico, pero nunca deben interferir o cambiar lo sucedido. Cualquier trama es válida, en miles de años ha pasado de todo. Incluso se puede jugar con hipótesis barajadas por la historia sobre determinados hechos pero el resultado es inamovible.
¿Se puede aprender historia con una novela histórica? Lo digo de manera rotunda, no sólo se puede, se debe, siempre que sepas que estás leyendo una novela y que el autor sea estricto en la documentación y que sepa que su manera de ver y explicar algo histórico es perfectamente compatible con la investigación histórica.
«Yo, Claudio» de Robert Graves fue una de las razones por las que me dediqué a la historia y me lanzara a la aventura de escribir novela. También Eco y «El nombre de la rosa» y muchas más que debería nombrar. Y, por supuesto, leyendo a los historiadores y escuchando a los que saben. Y permitidme una licencia, en Edhasa más que en ningún sitio hay que escuchar y aprender.