
Hubo en su día un anuncio muy simpático en el que un niño preguntaba ¿Papá por qué somos del Atleti? Una campaña del club de fútbol apodado «el pupas» por todo lo que le pasaba y que no llamaba precisamente a seguirle.
Ya entrando en materia Bloch, historiador francés ejecutado por los nazis en 1944, empezaba uno de sus libros con aquello de «Papá ¿para qué sirve la historia?»
Antes de continuar, aclarar el título de esta entrada, porque seguro que hay quien piensa que hay que distinguir entre licenciado en historia e historiador y puedo estar de acuerdo en parte pero para el cometido que hoy me ocupa creo que a buen entendedor pocas palabras bastan y que, en este caso, tirando de lemas históricos «tanto monta, monta tanto». Aclaro que soy de los que piensan que cuando habla de historia tanto el historiador como el licenciado (incluyo historiadoras y licenciadas, soy un clásico que aún cree en el género neutro) están haciendo historia.
Esto que hoy escribo no es más que una cuestión personal que puede servir de ejemplo o no. Muchos otros han seguido otro camino así que esto es una especie de vademecum personal de por qué me dediqué y me sigo dedicando a la historia como profesión y como hobby en el bien entendido que no es más que otras disciplinas, pero tampoco menos. Reivindico su importancia, su utilidad y su necesidad aunque no elimine enfermedades ni atraviese ríos.
Hay días en un que uno se siente orgulloso de haberse dedicado a la historia. Ya lo comenté en su día al comenzar este blog. Aquella mañana lluviosa en Brujas frente a las listas de caídos en las guerras mundiales, frente a La Piedad de Miguel Ángel en el Vaticano, en la Puerta del Sol donde se proclamó la República oficialmente un 14 de abril de 1931, en la casa de Lope de Vega, en la playa Omaha, sector Dog Green, leyendo el discurso de Gettysburg en el monumento a Lincoln, atravesando plaza Vendome o subiendo al Palatino. Orgullo de poder revivir el pasado y contarlo, sobre todo esto último porque si las cosas no se comunican no se saben y si no se saben ¿de qué sirven?, a las nuevas y no tan nuevas generaciones de seres humanos.
Personalmente siempre encontré más interesante y apasionante la historia de Aníbal atravesando los Alpes que la fotosíntesis o una ecuación, tareas estas que es mejor saber que no saber. Y no porque fuera más importante, simplemente porque es así. ¿Llamémosle vocación? Pues llamémosle. Conocer lo humano. Imposible su futuro y actuando en el presente sólo nos queda el pasado como objeto de reflexión y estudio sosegado.
Sin embargo, por eso mismo el desarrollo de la propia condición humana se despacha con un «eso es pasado» Es cierto, nada más… Y nada menos, ahí está toda la experiencia acumulada de miles de millones de seres humanos en todos los lugares del planeta y, por lo tanto, un saber inabarcable. Y puede que ahí radique su encanto por lo menos para mí. No hay saber como este que cada segundo se renueva ya que todo lo humano es presente proyectado a futuro y que se transforma automáticamente en pasado, el único saber seguro que existe porque es indestructible ¿Qué otra disciplina, y no se trata de minusvalorar, puede presumir de ello? Las demás siempre pueden preguntar ¿Qué hay de nuevo en el mundo de la física o de las mates o de la biología? Muchos días la respuesta es «nada» porque es su naturaleza. El mundo de la historia está en continuo movimiento porque es consustancial al ser humano, un ser histórico sin posibilidad de ser otra cosa.
Sin embargo, en una época utilitarista parece que hay que justificar su existencia y yo, obviamente, la reivindico, primero de manera vocacional, amo conocer el pasado. Lo cual nos lleva a aquello de «es mejor saberlo que no saberlo». Entonces alguien dirá eso tan manido, y necesario, de que así no cometeremos los mismos errores (unas cuantas guerras indican que semejante explicación, aunque debería, no se tiene en cuenta) Simplemente ya es lo suficientemente importante «saberlo que no saberlo» y cada uno lo utilizará, porque tarde o temprano el saber se utiliza, como crea conveniente. ¿Es bueno que exista una disciplina tan abierta a la especulación personal? Ni sí ni no, es su condición. Hay quien desde el cole justifica una y otra vez su naturaleza memorística sin cuestionar nada más, el que se considera llamado a grandes tareas nacionales que hay que justificar con pasados gloriosos, quien la quiere científica cien por cien, los que cuentan anécdotas, benditas ellas y los que hablan de grandes ciclos socioeconómicos, benditos ellos, los que se mueven en la microhistoria, los de la macrohistoria, los de indagar en lo más cercano y los que se van en busca de grandes logros en otras latitudes. Historia política, económica, social, cultural, artística, literaria, musical, de género, de pobres, de ricos, de la extrema derecha, de la extrema izquierda, de Oriente medio, de oriente próximo y del lejano. De Oceania de Estados Unidos, de Texas, de San Antonio, El Álamo, de Villajoyosa y de Cabra, de romanos, cartagineses, kurdos, armenios, de la batalla del Ebro, de la Quinta del Biberón, de la pintura flamenca en Gante, y también de la gastronomía, y del vino, la cerveza, la pesca, la caza, la agricultura…. Y así hasta el infinito. Fascinante. Buscando la piedra fillosofal que nos lleve a tratar de involucrar todo con una fórmula. No nos volvamos locos ni caigamos en la depresión. Simplemente, no la hay.
Y volviendo a lo personal, sin que sirva de faro ni guía,sin pretensión de sentar cátedra. Creo que sí debe haber algo que todo historiador debe hacer una vez en su vida y es hacerse dos preguntas que ha de responder personalmente pues le han de servir para guiarse por este laberinto, teniendo en cuenta dos premisas que sí considero de obligado cumplimiento, No decir verdades a medias, ni inventar, por mucho que te sientas llamado a grandes empresas trascendentes. Siéntete llamado y partícipe de proyectos nacionales pero no mientas, no es necesario. Existe una ética del historiador.
Pues bien estas dos preguntas que aconsejo hacerse son ¿Cual es la naturaleza de la historia y para qué sirve? Daré mis respuestas personales y actuales porque pueden cambiar. A la primera diré dos cosas, tener conciencia de que es inabarcable y que nunca lo sabremos todo, ni siquiera sobre un hecho muy concreto y la subjetividad. Y, a la segunda, para hacer buenas personas. Nada más y nada menos.