
Causas de largo recorrido y las cercanas, así de describen las que se consideran origen de nuestra guerra civil. Entre la segundas aquellas que tiene que ver con el momento republicano y el desarrollo del complot. Entre las primeras cualquier momento parece bueno para señalar algo que anuncie lo que iba a ser la guerra civil. El enfrentamiento entre absolutistas y liberales durante las cortes de Cádiz, la represión contra los primeros durante el reinado de Fernando VII, las guerras carlistas, la conflictividad social en los comienzos de la industrialización… Incluso aquella frase que en memorable artículo don Mariano José de Larra escribió. Paseaba por un cementerio y vio una lápida que decía «Aquí yace media España que murió de la otra media», era 1837, faltaban cien años para el conflicto armado.
Expongamos la situación a partir del momento en que hemos escogido como punto de partida en Europa, 1918. Los años de la guerra mundial habían sido dorados para la economía española ya que se convirtió en abastecedor de los bandos contendientes, una situación que no repercutió en el desarrollo del país, pues eran beneficios inmensos a corto plazo ni tampoco en la mayoría de la población ya que el nivel de ventas era tal que se desabasteció el mercado interior provocando una gran inflación que perjudicó a las clases populares. Una monarquía que comenzaba a verse desprestigiada por su continua intervención en la política nacional. Un sistema político nacido en el XIX que se estaba descomponiendo sin solución a pesar de los esfuerzos regeneracionistas de Maura, Dato o Canalejas. Tres crisis se habían sucedido minando al régimen, la de 1905 y el pulso ganado por el ejército al gobierno, la «Setmana Tràgica» de 1909, la de 1917 donde convergieron una crisis militar con amenaza de golpe de estado, una crisis política con las cortes cerradas y una huelga general, la primera en España. Y, finalmente el desastre de Annual, el mayor fiasco militar español de la historia con catorce mil víctimas.
Todo estos hechos por sí mismos evidentemente no explican el golpe de estado. Crean la sensación de caos y de inestabilidad, algo que motiva a nuestra imaginación, incluida la necesidad de que sucediera algo para terminar con aquello y lo encauzara. Y eso fue un golpe de estado incruento en 1923, el de Primo de Rivera, a la italiana (aunque no se puede decir que el general español fuera fascista) con el beneplácito del rey hundiendo el poco prestigio que le quedaba,
La República estaba al llegar pero creo que no es suficiente con esta enumeración y que se imponen dos ideas que a mi me han resultado útiles y que titularán mis dos próximas entradas: Carlismo y caciquismo, por un lado, y los excluidos de la política, por otro.
Nos leemos