
Este es el primero de una serie breve de artículos sobre la sublevación del 17/18 de julio de 1936 que dio lugar a la guerra civil española, un hecho fundamental para comprender la historia contemporánea de España y que aún hoy en día sigue presente en fosas comunes, referencias políticas, películas como la última de Amenabar y así podríamos continuar la lista.
No se trata de hacer un descripción de los hechos, que también se hará puesto que para hablar de historia hay que hablar de hechos y personajes. Estos artículos tratarán de exponer todos aquellas cuestiones que convergieron para dar lugar a aquel gran desastre.
En esta primera entrega se trata de hacer una serie de consideraciones genéricas que considero oportunas.
Cada uno de nosotros tenemos una vivencia de la guerra civil ya sea por testimonio de testigos, por estudio, por historias oídas aquí y allá, episodios determinados relacionados con personas concretas, colectivos o por las consecuencias de aquello. Por paisajes, lugares en los que se desarrollaron batallas, pueblos, cementerios militares o civiles, calles, monumentos, objetos,… Una historia vivida y revivida continuamente durante cuarenta años de victoria y después por los vacíos y ausencias puestos de manifiesto tras cuarenta y tres años de democracia.
Toda historia es contemporánea y después requiere de la imaginación para recrearla puesto que los seres humanos somos memoria de lo que vivimos y llega un momento en que nadie queda tras el paso del tiempo. Jamás podremos llegar a todo lo sucedido, las sensaciones, las vivencias, todo lo que afloró en aquel verano trágico pero la historia nos ha de permitir mirar con sosiego sin olvidar la omnipresente subjetividad y que en ningún caso puede llevar ni a ocultar datos interesadamente y mucho menos a falsear.
Historia es entender, que no significa ni justificar ni perdonar. Es mirar de cara una realidad, algo pasó el 18 de julio pero que tiene muchas caras. No es una línea no es un plano, es un gran poliedro que hay que ir moviendo para hacernos idea de la complejidad del hecho, y, además irregular, no todas las caras son iguales pero sí todas son necesarias para entender que sucedió no hace tanto tiempo.
Para mí, una tarea apasionante, lo dicho el orgullo de ser historiador.