

El 8 de marzo moría asesinado por tres anarquistas el presidente del gobierno Eduardo Dato (1856-1921) Era el cuarto asesinado en cincuenta años tras Prim (1870) Cánovas (1897) y Canalejas (1912)
Los acontecimientos del siglo XX español, especialmente la guerra civil, eclipsan personajes y hechos que son imprescindibles en un estudio histórico de la España contemporánea. La Restauración ese largo periodo que va de 1874 hasta 1923 o 1931, según se mire, relegada en los estudios de bachillerato a una serie de elementos comunes y que nadie discute su existencia y su influencia en el devenir del país: caciquismo, crisis, derrumbe de la monarquía, manipulación electoral, la expansión del socialismo y el anarquismo, el nacionalismo periférico… Sin embargo, cuando se profundiza en el periodo, como en todos, aparecen centenares de cuestiones, de matices que no contradicen la concepción general pero añaden elementos a lo que fue la vida cotidiana política, social, económica, cultural,… durante nada más y nada menos que seis décadas de nuestra historia y cuya presencia, como cualquier legado, sigue vigente en nuestro presente.
Son veinte los presidentes de gobierno desde Cánovas al almirante Aznar, alguno repitiendo como Sagasta que lo fue ocho veces, Antonio Maura, cinco o el personaje que nos ocupa, Eduardo Dato que lo fue tres veces (1913-15) (1917) (1920-1921) además de ocupar cargos de ministro en otros gobiernos. Como se puede ver periodos convulsivos de la historia del mundo, el estallido de la Primera Guerra Mundial, la revolución rusa,… Un profesional de la política, hombre de su época y del sistema que abogó por aquello que se llamó el Regeneracionismo tratando de salvar un régimen que hacía aguas. Conservador, católico convencido fue promotor de algunas cuestiones que sirven para explicar en profundidad aquel momento además de tener que tomar decisiones trascendentes como el de la neutralidad de España en el conflicto del 14 además de ser uno de los primeros políticos españoles contemporáneos reconocidos internacionalmente al ocupar la vicepresidencia del Tribunal de La Haya. En su haber la ley de accidentes de trabajo de 1900, regulación del trabajo infantil y protección laboral de la obrera embarazada, ley de descanso dominical, creó el Ministro de Trabajo en 1920 que absorbió el Instituto de Reformas Sociales también impulsado por él. Inspirado por la doctrina social de la Iglesia de la encíclica Rerum Novarum (1891) de León XIII no hay que negarle la voluntad de transformación social más allá de la necesaria profundización en cada una de ellas y sus resultado y desarrollo. Su último mandato estuvo marcado por el pistolerismo en Barcelona que trató de evitar primero con políticas de apaciguamiento pero que, al fracasar nombró al duro general Severiano Martínez Anido como gobernador civil que aplicó sistemáticamente la «Ley de Fugas». Algunos historiadores sostienen que al no poder atentar contra el militar se optó por el magnicidio y así la tarde del 8 de marzo en la plaza de la Independencia de Madrid tres anarquistas en sidecar se acercaron al coche del presidente del gobierno que se dirigía a su casa y lo ametrallaron causándole la muerte.
Un centenario, que seguramente pasará desapercibido, de un personaje de gran importancia en un momento de la historia de España que aún está por profundizar y explicar más allá de los lugares comunes.