Novela e historia

https://enalfersa.com/2018/04/12/libros-con-historia-editorial-edhasa/

¿Cómo explicar historia? Una pregunta fácil de responder pero no tanto de practicar. «Sencillez» (…) «Saber hablar lo mismo a los doctos que a los alumnos» escribió el maestro de historiadores Marc Bloch en «Apología para la historia o el oficio de historiador», esa joya inconclusa por la violenta muerte del historiador ejecutado por los nazis en junio de 1944.

La necesidad de explicar, con la palabra, oral y escrita. Quizás más que ninguna otra disciplina requiere de esas habilidades. Antes que nada el que se dedica a la historia es un contador de cosas y elemento fundamental, te ha de gustar contar esas cosas porque te ha de gustar la historia, premisa para dedicarse a este oficio nuestro. Sin olvidar que también se tiene parte de científico que no está reñido en absoluto con lo anterior. Pero dónde está esa ciencia que reivindico ¿en los acontecimientos descritos? ¿podemos establecer leyes para explicar el comportamiento humano? No, pero sí hay ciencia, está en el método con el que elaboramos las hipótesis e interrogamos el pasado de los seres humanos. Una ciencia particular porque contiene un elemento humano, muy humano, que no es otro que ese mismo ser en sí. Y también algo consustancial a él, la poesía, entendida como el placer de aprender lo singular a través de la palabra, y la poesía que surge de lo metafísico que toda acción humana conlleva y que nos lleva a convertir algo en ejemplo universal, un valor clásico, que merece ser conservado y explicado, recordado y transformado en parte del legado que dejamos al futuro. Y hay poesía en ese deseo que te empuja a saber más, a caminar por senderos intransitados disfrutando del placer estético que todo anhelo de aprender despierta reforzado con el nuevo descubrimiento. El apasionante devenir de los seres humanos en su pluralidad e individualidad sin derecho a mutilar nada, que ciertamente imposibilita la expresión de su totalidad, el poder conocer y explicarlo todo y que requiere del filtro de lo que merece ser contado sin esconder nada y sin tergiversar. Porque hay algo hermoso en explicar como Aníbal atravesó los Alpes y César el Rubicón, o como María atravesó la calle para entrar por primera vez en su escuela o en cómo se decide estudiar una cosa y no otra, en la testaruda negativa de Miguel Ángel a pintar la Sixtina, en el continuo pintar la sonrisa de Gioconda, tantas cosas que merecen ser contadas…

La narración es consustancial al oficio de historiador que no debe caer en el tecnicismo por asemejarse a materias, llamémoslas así, más científicas y sí asemejarse a la novela si quiere llegar, como es su obligación, a todo el mundo, el conocimiento no es conocimiento si no se comunica. Lindes del mismo camino el ensayo y la novela son la ruta a seguir por este mundo complejo, repito, imposible de explicar en su totalidad, envuelto en miles de matices pero que en ningún momento impide o desalienta nuestro deseo de intentarlo de acercarnos lo más posible al «por qué». Un lector de novela histórica es un historiador potencial lo mismo que un lector de ensayo. Lo general y lo particular y, por supuesto, la imaginación, el elemento fundamental para recrear tiempos jamás vistos por nadie, documentados e intuidos por las fuentes y recreados con nuestros filtros actuales tratando de no caer en el pecado capital del historiador, el anacronismo.

Solos ante las páginas vemos desfilar a Leonor de Aquitania, el Cid, Claudio y Adriano, los soldados de El Valer, las enfermeras del frente de Bélgica en 1916, Napoleón y Josefina, El Zar Nicolás y Rasputín o la esposa del presidente Wilson, tataranienta de la princesa Pocahontas. Y también imaginamos como ese niño alemán que abraza a su padre que vuelve del frente en 1918 se encontrará veinte años después en Stalingrado. Les interrogamos y nos responden, qué es la historia si no una continua pregunta a las fuentes del pasado. Decidimos con ellos, les advertimos, entendemos aunque no compartamos sus decisiones, no les perdonamos, sentimos sus miedos, su responsabilidad, incluso ¿y si hubiera hecho…? Todo ellos forma parte de esta apasionante tarea de comunicar el legado de la humanidad que nos ha sido entregado, que debemos mantener y enriquecer para las generaciones futuras. Un legado que necesita de algo fundamental, la buena narración.

Publicado por luismi

Historiador, educador y novelista

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